No
se puede decir que quienes participaron ayer en el golpe de Estado, bien
poniendo las urnas, bien introduciendo papeletas en ellas, bien no impidiendo
que todo ello ocurriera, no supieran a qué tipo de gente estaban respaldando.
No
es que hubiera demasiadas dudas. Todos sabemos cómo tratan y cómo califican
esos individuos a aquellos que no piensan como ellos. El calificativo fascista no se les cae de la boca,
cuando los verdaderos fascistas son ellos. Tanto, que saltan como histéricos
cuando se les compara con los nacionalsocialistas alemanes, con los que tanto
tienen en común.
Hace
cosa de un mes, una separatista escribió un tuit sobre la líder regional de
Ciudadanos, deseando que la violasen en grupo (quizá Freud tendría algo
interesante que señalar sobre el particular). La política afectada anunció que
denunciaría a semejante excremento con forma humana (la expresión es mía, y
creo que la descripción se ajusta bastante a la realidad), excremento que fue
fulminantemente despedida de su puesto de trabajo.
Eso sí, todavía hubo quien la defendió.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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