Es
consenso casi unánime en el mundo de los aficionados españoles al fútbol,
excluidos los culés, que el Fútbol Club Barcelona ha sido obscenamente (iba a
poner generosamente, pero creo que
ese adverbio se quedaba muy corto) favorecido por el estamento arbitral y
federativo desde hace, al menos, cosa de dos décadas.
La
cosa ya empezó en la semifinal de la Copa de Su Majestad el Rey (aquella
edición acabaría ganándola el Español de mis amores, con dos equipos madrileños
y otros dos –todavía- barceloneses en la penúltima ronda) en la que el equipo
rojiazul se negó a saltar al campo pretextando no sé qué problemas de
calendario. Lógicamente, le dieron por perdido el partido y la eliminatoria,
pero al año siguiente estaba tan pancho jugando la edición correspondiente.
Poco
después, cuando el portugués Luis Figo, entonces merengue y antes culé, saltó
al terreno de juego en la visita del Real Madrid al eterno rival, empezaron a llover cosas al terreno de juego. Entre
ellas, una cabeza de cochinillo (o de cerdo, desconozco la edad del suido
decapitado). Dio lo mismo: ni el estadio se cerró, creo recordar, ni se le
impuso una multa, ni se le apartó de las competiciones, ni nada de nada.
Obviando
los referidos favores arbitrales (todavía ando buscando la pierna que,
presuntamente, Pepe le arrancó a Dani Alves de una patada… que no fue), partido
tras partido y año tras año se vienen pasando por alto tanto los aullidos
secesionistas como las reiteradas ofensas al país, el himno, la bandera y el
Jefe del Estado de todos los españoles.
A
todo eso estábamos, ya que no acostumbrados, resignados. Lo que me ha
sorprendido (en cierto modo, porque aquí se puede aplicar el refrán de piensa mal y acertarás) ha sido
enterarme de que la Federación Española de Fútbol (por otro nombre, el cortijo
particular de José María Villar) obvió deliberadamente normas que permitían (y
permiten aún, supongo) la expulsión de Gerardo Piqué de la selección española
de fútbol.
Como
siempre, cada cual tiene derecho a pensar lo que quiera y a defender sus ideas.
Lo que es exigible es, por una parte, claridad, y por otra, coherencia. Cosas
que no concurren en el citado cantante consorte.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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