Dice
el refrán que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Es decir, que nada es
tan peligroso para uno como, tras ser enfrentado a una evidencia
incontrovertible, negarla.
La
clase política española (me refiero a los partidos llamados de ámbito nacional, sin incluir por
tanto formaciones de corte regional o local) en general, y la de derechas en
particular, adolece de este problema. Es una de las interpretaciones que cabe
aplicar a la actitud (o la falta de la misma) del Gobierno de España antes,
durante y después del butifarrendum II
(otra posibilidad es, ya la he mencionado, que Rajoy tenga un plan tan
alambicado que los pobres mortales no seamos capaces de aprehenderlo), puesto
que se limitó a decir que no se había producido ningún referéndum.
Si
bien esto es cierto –lo que tuvo lugar fue cualquier cosa menos un proceso
participativo con garantías, empezando por la ausencia de censo y terminando
por las urnas llenas… antes de empezar-, no es menos verdad que sí que se
produjo algo con apariencia de referéndum, y que los golpistas han intentado
vender la imagen (otra cosa es que lo hayan conseguido, más allá de los
estómagos agradecidos o los sectarios ignorantes) de que el malvado y
autoritario Estado español intentaba coartar el ejercicio del derecho al voto
de los pacíficos y democráticos catalanes.
Sin
embargo, algunos parece que no escarmientan. Hay pruebas evidentes,
abrumadoras, incontestables, de que durante cuatro décadas o más en Cataluña (y
en Vascongadas, pero hoy no toca hablar de eso) se ha inculcado en las aulas a
los alumnos, desde su más tierna infancia, el odio a todo lo que suene a España
o a español, y se ha contado una historia plagada de mentiras, falsedades e
inexactitudes (esto último, siendo misericordiosos).
Hace
poco, Ciudadanos –que parece haber tomado el relevo de UPyD en la tarea de ser
la única formación política con representación parlamentaria (Vox no la tiene)
en decir las verdades del barquero- planteó en sede parlamentaria una
iniciativa para luchar contra el adoctrinamiento en las aulas. Que recibiera un corte de mangas por parte de regionalistas y neocom no es de extrañar; que los socialistas la rechazaran,
tampoco (recordemos la asignaturita de educación para la ciudadanía); pero que
el PP dijera que el adoctrinamiento son casos aislados (ya, como los de corrupción en el PSOE a finales del felipato) entra ya dentro de lo suicida.
Porque,
si no se ataja, esa cizaña seguirá emponzoñando las mentes de quienes pasen por
el sistema educativo (es un decir) en Cataluña.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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