Los
que llegaron a las poltronas criticando a aquellos que las ocupaban no tardaron
en demostrar, más pronto que tarde, que adolecían de los mismos vicios que
aquellos a los que vituperaban. Entre ellos, el actuar convencidos de que lo
que hacen es lo que la gente quiere…
aunque luego la gente les ponga como hoja de perejil.
Esto
ha ocurrido en la capital de Aragón, cuando el alcalde (ese que carga a las
cuentas municipales el gasto en gomina) invitó a la bruja Piruja al pregón de las fiestas del Pilar. Al conocerse la
noticia, las críticas se desataron. Cuando el primer edil de la antigua
Cesaraugusta apareció en el acto de la patrona de la Guardia Civil, lo que se
desataron fueron pitos y gritos.
Naturalmente,
cuando los pitos y los gritos son contra los neocom, estos no lo consideran un ejercicio de la libertad de
expresión, sino una manifestación de intolerancia casi fascistoide…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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