jueves, 21 de mayo de 2020

Descanse en paz

Cuando, hace casi dos semanas, saltó la noticia de que Julio Anguita había sido ingresado de urgencia por un grave problema cardíaco, me temí lo peor, y lo verbalicé escribiendo en mis notas que en ese más allá en el que probablemente no crea se reencontrará con su hijo, al que indudablemente tanto echaba de menos y cuya muerte en Irak acabó de desquiciarle.
Mis presagios se confirmaron, y una semana después la noticia era que el histórico dirigente comunista había fallecido. Y señalo lo de comunista porque, aunque en lo personal Anguita fuera una persona honesta y decente que salió de la política tan pobre -sobre poco más o menos- como entró en ella, no conviene olvidar la ideología que profesaba, a la que era leal y la que defendió toda su vida: la más criminal, asesina y ladrona de la Historia de la humanidad, y sin ninguna duda del siglo XX. Al fin y al cabo, el muy denostado (con razón) Hitler era vegetariano, amaba a los animales y era cortés con las mujeres, lo que no le impidió ser, para muchos, la encarnación de lo peor del ser humano.
Eso, por no hablar de que en las concentraciones por su entierro se obviaron todas las reglas de distancia del estado de alarma, y nadie (del desgobierno, se entiende) dijo ni palabra. Qué bien lo retrató Orwell, hace casi tres cuartos de siglo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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