Esté
en el Gobierno o en la oposición -aunque mucho más en el primer caso-, la
izquierda española -tanto partidos políticos como sindicatos- conciben las negociaciones
(sobre el tema que sea) en los mismos términos que los necionanistas: su
punto de partida no es una postura inicial, sino un sine qua non
irrenunciable, porque lo que van a negociar es cuánto consiguen de la
otra parte.
Esto
se demostró a finales del mes pasado, cuando se comunicó el plan de desescalada
(un plan con cuatro fases que acaba en la tres porque empieza en la cero… estos
saben de aritmética menos que de economía). La ninistra de Transición
hacia el desastre, dijo que el citado plan era orientativo para los
hosteleros y los bares, y ante las protestas de los empresarios del sector su
contestación fue tan soberbia como insensible, valga la rebuznancia: el
que no se sienta cómodo, que no abra, y si alguien cree que es mejor
esperar, pues que espere. Esa es la solución de la vicepresidente cuarta
del desgobierno, que aboca al cierre a ochenta y cinco mil bares, que se dice
pronto.
En
manos de esta gente estamos. Y todavía hay quien dice que no es momento de
criticarles…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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