La
mayor parte de los líderes de la izquierda española, ya que no son capaces de
mantener la boca cerrada con carácter permanente, deberían optar entre haberla
cerrado en el pasado o mantenerla cerrada en el presente. Dado que lo primero
es imposible -los viajes en el tiempo, al menos hacia atrás, no son factibles
en nuestro universo (de lo contrario, como señalaba agudamente Stephen Hawking,
estaríamos llenos de turistas del futuro)-, sólo quedaría desear que se
mantuvieran callados de ahora en adelante.
Eso
nos ahorraría a los demás muchos episodios de vergüenza ajena. A ellos no les
ahorraría nada: carecen de vergüenza, de escrúpulos, de sentido del ridículo,
de empatía, de estudios, de la más mínima noción de urbanidad… carecen de
tantas y tantas cosas que, la verdad, uno terminaría antes diciendo las cosas
de las que no carecen (para los despistados: ya he terminado).
Es
difícil decidir quién debería estarse más callado. Sin duda uno de los que más
es ese argentino al que me referiré perifrásticamente (para no caer en otros
apelativos de mal gusto que utilizo de vez en cuando) diciendo que tiene el
cuerpo tan retorcido como el alma. Habla de defensa de los trabajadores cuando
él pagó en negro a su asistente; y siendo hijo de un potentado que es
socio de un club de golf (algo de lo que la izmierda abomina, cuando la
mayoría de los grandes golfistas son gente de orígenes humildes) y estando
domiciliado en el barrio de Salamanca de Madrid, le pide al alcalde de la Villa
y Corte que no sea el alcalde de los ricos y que actúe contra los manifestantes.
¿Dónde
quedó la libertad de expresión, Echeminga?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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