En
España, se hace difícil -al menos, se nos hace difícil a algunos, por no decir
directamente imposible o inverosímil- pensar que el sedicente mundo de la
cultura habla con objetividad y ecuanimidad en materia de política.
Muy
al contrario, sus proclamas y manifiestos suenan más bien a gruñidos de
satisfacción de estómagos agradecidos al chorro de millones con los que esa izmierda
a la que apoyan y jalean les riega cada vez que llega el poder.
Si
por lo menos ese chorreo se distribuyera con unos criterios artísticos
(puesto que insisten en denominarse artistas, lo que perpetran será un
arte, y no un objeto de consumo; es decir, que no constituyen una industria
que, en todo caso y visto los resultados, resultaría ruinosa), todavía tendría
un pase. Pero es que emplean criterios subjetivos, ya que el ninisterio de
Incultura discrimina sus ayudas al cine en función del sexo del director o del idioma de la película.
Bien
haría la derecha en abrir los ojos y cerrar definitivamente el grifo si alguna
vez recupera el poder. Por el bien de todos los españoles.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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