En este segundo volumen de la
saga de Máquinas mortales, su autor, Philip Reeve (obsérvese cómo introduzco palabras superfluas para separar dos hiperenlaces), logra, no diré que
hacer evolucionar a sus personajes principales, pero sí dotarles de matices, de
una cierta riqueza de carácter. Los personajes, en general, no son monolíticos,
no son blancos o negros: tienen grados de gris, tanto los principales como los
secundarios, y los buenos como los malos.
Por otra parte, también hay
ciertos giros argumentales sorprendentes -quizá un poco menos por el hecho de
haber comenzado a leer la saga por la precuela-, y por lo que he podido leer en
Wikipedia, se van sentando las bases para futuras tramas y lo que, a todas
luces, resulta un final de lo más adulto para una serie teóricamente juvenil.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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