Cuando
el Generalísimo todavía vivía, la izquierda española mostraba comprensión con
los asesinos del hacha y la serpiente, la capucha y la boina; al fin y al cabo,
luchaban contra un dictador ¡y de derechas, además!
Difunto
ya el Caudillo, hubo dirigentes que no tenían reparo en ir en manifestaciones
en los que el lema era (traduzco: los que me leen ya deben saber que, en general,
utilizo el español siempre que puedo) Viva Vascongadas libre.
Ya
en el poder, los de la mano y el capullo negociaron con los asesinos. Negociaron,
aunque mataran: guardias civiles, policías, militares, civiles, niños y
prácticamente cualquiera que pasara por allí. Probaron también la guerra sucia,
pero torpes como son, o atacaban a quien no debían, o los esbirros que eligieron
prefirieron gastarse el dinero yéndose al casino.
Siguieron
negociando cuando perdieron el poder, a pesar de estar firmando un pacto de Estado
que era, teóricamente, por las libertades y contra el terrorismo. Negociaron -y
lo negaron- cuando detentaron -los que me conocen saben también que suelo decir
lo que quiero decir, así que el verbo empleado no es baladí- de nuevo el poder,
aunque hubiera muertos encima de la mesa.
Cuando
los asesinos dejaron de matar, la izquierda dijo que habían sido vencidos. Como
la coincidencia entre un izquierdista español y la verdad sólo se produce por
error o por casualidad, mentían. Eran los asesinos los que habían vencido, y
los españoles de bien los derrotados.
Y
aunque Sin vocales dijo que no pactaría con los terroristas -ni con los
golpistas catalanes, ni con los neocom, ni con…-, lo hizo. ¿Su
recompensa? Que sus aliados han llenado Vascongadas de puntadas en las que
llaman al PSOE asesino.
Mira,
por una vez, la izquierda y la verdad coinciden.
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