Comienzo
con esta entrada una serie que no sé cuánto se extenderá, pero que de momento
tiene materia para cinco entradas. Mi intención es hacerla, mientras pueda, con
carácter semanal. No es, por tanto, al modo de los fill-in de las series
de tebeos norteamericanas, porque no es algo que se tiene hecho con
anticipación para el caso hipotético de quedarse sin materia o que se echen encima
los plazos (en aquellos días en que los plazos tenían alguna importancia), sino
algo con una cadencia de salida programada con antelación… aunque sin una
continuidad asegurada. Ahora que lo pienso, los Martes (iba a poner los
Lunes, porque escribo esta entrada el Lunes por la tarde, pero he caído a
tiempo) serán el día elegido, cuando haya material.
Y
vamos al tajo. La primera reflexión -en realidad, la tercera, si consultáis el índice
aquí- la dedicaré a reflexionar sobre esa parejita a la que, en parte para abreviar
y en parte por mi gusto por las perífrasis, he dado en llamar el dúo
Picapiedra. Esto es, Pedro y Pablo. No sé si acabaré dilucidando cuál de
los dos es más peligroso… probablemente no, eso sería privarme yo mismo de material
para otra entrada.
Aunque
los dos carecen de casi cualquier escrúpulo -moral, ético, de amor propio, de vergüenza
ajena…-, creo que hay algo que les diferencia, un pequeño matiz. De hecho, fue
el reflexionar sobre ese pequeño matiz el que me hizo ver que podría haber
material para entradas al margen de la realidad cotidiana. Y ese matiz es que
Pedro Sánchez no ambiciona el poder en sí, o el poder por el poder -esa es mi
impresión-, sino únicamente los beneficios que trae el poder: una vida muelle,
el Falcon, la Moncloa y toda la pesca. Estoy razonablemente convencido
de que si supiera que iba a poder disfrutar de todas esas cosas sin ser
presidente del Gobierno, no le importaría demasiado dejar de serlo.
Pablo
Iglesias, en cambio, sí ambiciona el poder. No en vano, era quien quería tomar
los cielos por asalto. Puede ser por un complejo de mesías, por creerse más listo
que los demás o por ser un sociópata -pocos marxistas convencidos, y éste lo es
hasta, parafraseando a Ronald Reagan, donde puede serlo alguien que haya
entendido la obra de Marx, no lo son… la frase quizá me haya quedado un poco
confusa, pero si la releéis con cuidado quizá entendáis lo que quiero decir-,
pero se cree capacitado para controlar un país (las gabelas del poder vendrán
luego por añadidura).
Teniendo
en cuenta que no logra controlar su cada vez más menguado partido, si yo fuera
el hijo del terrorista me lo haría mirar.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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