Para
la izquierda española, todo debe estar al servicio del gobierno (es decir, del
partido). Incluso el que es considerado menos malo de los presidentes de
gobierno socialistas -tampoco es que la competencia sea muy dura-, es decir,
Felipe González, preguntó en voz alta, con cámara y micrófonos, si es que no
había nadie que les dijera a los jueces lo que tenían que hacer.
En
este sentido, los socialistas nunca han tenido demasiado sentido de la vergüenza.
Pero en el consejo de ninistros trufado de sinvergüenzas que tenemos la
desgracia de padecer, el sentido del bochorno brilla por su ausencia, y lo
hacen todo con la máxima desfachatez. Si en el proceso se cargan el sistema,
las instituciones y lo que se les ponga por delante, a ellos les da igual. Si Hacienda
fulmina el secreto profesional de los asesores fiscales para convertirlos en
sus detectives, les da igual. Y si se genera temor a una subida masiva de
impuestos -y quien lo dice no es un cualquiera sino un ex director de la
Agencia Tributaria-, a ellos les da igual.
Con
tal de gobernar, les da igual. Aunque sea sobre las ruinas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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