El
socialismo español nunca ha tenido ningún escrúpulo, ni a la hora de buscar
aliados para alcanzar el poder, ni a la hora de ceder ante quien sea para
mantenerlo. Pero es que el actual, además, carece del más mínimo respeto por sí
mismo, por sus dirigentes y por sus votantes.
Porque
al mismo tiempo que Adriana Lastre negociaba con los terroristas el
apoyo a la prórroga del estado de alarma y consentía en la derogación de la
única reforma laboral que ha traído beneficios a España, esos mismos terroristas
-da lo mismo que lleven capucha, boina o pañuelo en la cara, que sean jóvenes o
viejos, que maten o que amedranten: los terroristas son terroristas- atacaban la casa de la secretaria general de la franquicia vasca de los de la mano y el
capullo.
Si
no fuera porque las consecuencias, probablemente, las padeceremos todos los
españoles, diría que se lo tienen bien merecido.
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