La izmierda y el lado progresista de la judicatura han estado tan entremezclados en España que era cuestión de tiempo que el tiro les saliera rana.
Y ha saltado por donde menos se
lo esperaban pero, por otra parte, donde más lógico resulta: por los aliados
coyunturales. Porque si golpistas, terroristas y recogenueces apoyan el
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, no porque
compartan ideología con él -los mentados odian España, a los apoyados simplemente
no les importa un comino-, sino porque resulta, por su debilidad y falta de
escrúpulos, lo más conveniente para progresar en el camino hacia sus fines
respectivos.
Y como carecen igualmente de
escrúpulos -y son parejamente egoístas-, llegado el caso no dudan en dar una puñalada
trapera en la espalda de quien, por otra parte, se lo merece sobradamente.
Todavía desde Waterloo, Cocomocho ha pedido la recusación -el titular debería
decir recusa, porque lo que se pide es en todo caso la abstención- de
Conde Pumpido -que de cándido no tiene un pelo- en las sentencias sobre el Butifarrendum
II por unas declaraciones realizadas en 2.017 que reproduzco a continuación:
Los que agitan esta bandera pretendidamente democrática para subvertir la Constitución situándose deliberadamente al margen del Derecho no se integran en grupos marginales como cabría pensar, sino que están cómodamente instalados al frente de las instituciones. Y disponen por ello de la preeminencia de los medios y de los instrumentos que les proporciona el propio marco constitucional para garantizar el autogobierno de su Comunidad incluida la disposición de cantidades relevantes de dinero público.
Verdades como puños, naturalmente (alguna vez, por casualidad o descuido, hasta los miserables coinciden con la verdad). Lo que no ha impedido que también el bleferóptico con sobrepeso, Romeva, Rull y los Jorges se hayan sumado a tal iniciativa.
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