En mi familia, tanto la próxima como la lejana, mis convicciones acerca de la forma que debería adoptar la jefatura del Estado son la excepción, no lo habitual. Y ello es así porque un servidor es monárquico… y no sé de muchos de mi familia -para ser sinceros, ahora no se me ocurre ninguno- que lo sean.
Y ojo, que he dicho monárquico.
Nunca fui juancarlista -de hecho, solía decir que era monárquico a pesar de Juan
Carlos I, no gracias a él-, como tampoco soy felipista -aunque estoy francamente
satisfecho del modo en que desempeña su tarea Su Majestad el Rey, a quien Dios
guarde muchos años- ni tampoco seré, si los años me alcanzan -que espero que
sí- leonorista.
Y soy monárquico porque
-parafraseando a Winston Churchill-, de todas las formas que puede adoptar la
Jefatura del Estado, considero que la monarquía es la menos mala para España. No
es sólo que los dos intentos republicanos hayan sido fracasos palmarios, sino
que tiemblo de imaginar a alguien como Rodríguez o Sánchez siendo la primera
autoridad del país… y la izmierda nunca aceptaría que Aznar, Rajoy o
Casado lo fueran.
Así pues…
¡¡¡VIVA EL REY!!!
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