La izquierda suele arrogarse el mérito de todos los avances en derechos que en el mundo se han producido, de los sociales a los laborales, pasando por los humanos. La realidad es que rara vez la izquierda ha hecho algo que subirse al carro de lo que ha hecho la derecha.
Tomemos como
ejemplo el caso del sufragio femenino activo en España. Es bien sabido -la
izquierda no se cansa de repetirlo- que ocurrió por primera vez durante la segunda
república. Lo que no es tan bien sabido -entre otras cosas, porque la izquierda
se cuida muy mucho de señalarlo- es que en los debates parlamentarios, eran las
mujeres de derechas las que abogaban por conceder a las mujeres el derecho a
votar, además de a ser votadas, mientras las de izquierdas se oponían.
El argumento
era que las mujeres estaban dominadas por los curas y que, por lo tanto, si
votaban todos sus votos irían directamente a la derecha. Apoyándose en esto,
una persona que conozco, de derechas pero a lo que parece con el seso sorbido
por la izquierda, afirma que la derecha quería que votaran las mujeres, no por
feminismo, sino por sus propios intereses. ¿Por qué se oponía entonces la
izquierda? Debian confiar poco en el criterio femenino, y menos aún en sus
propias capacidades de convencerlas para que votaran a los partidos de
izquierdas.
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