En la derecha española -lo que voy a decir es más acentuado en el PP y Ciudadanos (cuando existía) que en Vox- parecen incapaces de percibir algo que para mí ya resultaba meridianamente claro hace un tercio de siglo: que cuanto más separados estén, más probabilidades hay de que la izquierda siga detentando el poder. Básicamente, porque carece de cualquier escrúpulo y están dispuestos a aliarse con cualquiera para alcanzar el poder y, una vez alcanzado, para retenerlo.
Por ello no cabe sino aplaudir la
decisión que han tomado las franquicias madrileñas de los dos partidos
principales de la derecha regional: Díaz Ayuso ha decidido no atacar a Vox durante la campaña (cuando quieres que los votantes vuelvan, dice con bastante
lógica, lo que no vas a hacer es insultarles), y Vox también evitará atacar a la
presidente regional y luchará por imponerse en el cinturón rojo. Y por
ello no cabe sino lamentar la salida de pata de banco de la dirección nacional
de los populares, diciendo que el que Vox pida formar parte del gobierno
regional sería una locura.
Locura es, imbéciles, atacar a los que serán los únicos dispuestos a prestaros la ayuda que vais a necesitar.
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