Cuando los neocom no eran un partido, sino una panda de perroflautas que ocupaban las calles de los distintos municipios, especialmente si en ellos gobernaba la derecha nacional -léase, el PP-, proclamaban que ellos no eran como la casta, sino que estaban allí para defender a la gente.
Como todos los revolucionarios que en el mundo han sido, fue llegar al poder y quitarse la careta: coches oficiales, casoplones, colocar a amigos, familiares y compañeros de alcoba... no hubo vicio que antes criticaran y ahora no practicaran.
De hecho, prácticamente hay uno solo al que no se hayan acogido... de momento: el aforamiento, esa figura sin sentido que debería existir para proteger a los parlamentarios en el ejercicio de sus deberes como tales y que en la práctica sirve para que queden prácticamente impunes aunque hayan sido pillados en delito poco menos que flagrante.
Y al aforamiento se habría acogido, a buen seguro, el único de la pecadora trinidad que creo el partido neocom que no está en primera línea de la política. Como no se me ocurre mote, de momento, diré que no es ni el Chepas ni el becario ubicuo. Y como no es parlamentario, ni siquiera cargo público, ha pedido que se le facilite el acceso al edificio de los juzgados donde debe presentarse de una manera que no ponga en peligro su integridad personal.
Este es otro que se cree mierda y no llega a pedo.
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