Cualquier persona normal, con un mínimo de decencia, habría firmado las palabras que el psicópata de La Moncloa pronunció cuando, cinco minutos antes de firmar el acuerdo de gobierno (como quien dice), fue preguntado sobre la posibilidad de un acuerdo con los neocom:
que no dormiría con gente así en el consejo de ninistros.
Nadie sensato lo haría:
amén de sectarios, son una panda de perfectos inútiles, que destrozan todo lo
que tocan y que jamás van a reconocer haber cometido un error. Porque, como
todo el mundo sabe, cuando la doctrina marxista y el mundo real chocan, es la
doctrina marxista la que está equivocada.
Hace unos días, el ninistro
de (qué difícil es encontrar un antónimo de consumo) Carestía dijo, en unas
declaraciones al diario británico The Guardian, que la carne que exporta
España es de mala calidad. Todos en la piel de todo, menos sus compañeros de
gabinete o de partido, se le echaron encima poniéndole a caer de un burro (como
leí hace ya mucho tiempo, con razón o sin razón, mi país es lo primero
debería ser la máxima de alguien que esté al servicio de su patria).
El desgobierno socialista
que tenemos la desgracia de padecer le disculpó porque sus declaraciones fueron
a título personal (olvidando que una figura pública -y un ministro,
hasta éste, lo es- ni tiene vida privada ni hace declaraciones de carácter
personal), o porque ya lo había hecho otras veces (la última vez que consulté el Código Penal, la reincidencia era una circunstancia agravante, no atenuante y mucho menos eximente). Egolanda, por su parte, declaró que España debe seguir apostando por la ganadería sostenible.
El susodicho, por su
parte, consideró que sus palabras en The Guardian fueron impecables (sí,
si de lo que se trataba era de perjudicar al país que le da de comer a él y a
su familia), y restó importancia a las críticas socialistas, afirmando que habló como ministro.
Será que está
seguro de que, por muy inútil que demuestre ser, no le van a dejar caer…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!