Las élites separatistas catalanas (entiéndase que pertenece a la élite todo aquel que tiene su tafanario bien aposentado en una poltrona con cargo al presupuesto) han azuzado tanto a la bestia (aquí hay que incluir a todos los que no son élite según el criterio expuesto anteriormente) que ésta, enardecida, reclama más carnaza continuamente.
Y claro, para no ser devorada por
el monstruo que ella misma ha contribuido a crear, la élite tiene que hacer
cosas, que moverse, que hacer gestos… aunque muchas veces no sea más que
postureo.
Dentro de esto es donde encuadro
la prisa que tiene el separatista cuyo apellido le delata históricamente
por reunir la mesa de diálogo entre el desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer y los dirigentes separatistas.
En cuanto a las presiones a
las que alude el titular, que no se concretan demasiado en el artículo, no
alcanzo a imaginar cuáles pueden ser. Aprobados los presupuestos del Estado, el
psicópata puede, impermeable a todo, seguir detentando el poder hasta el final
de la legislatura. Y para eso quedan casi dos años.
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