No me cansaré de decirlo: las raíces de la izquierda son contrarias a la democracia, y sus objetivos también. Podrán transigir transitoriamente, simular que aceptan el juego democrático; pero, igual que el leopardo no pierde sus manchas, ni el escorpión puede escapar a su naturaleza, tarde o temprano se descubrirán como lo que son: unos liberticidas.
Los neocom han dado
sobradas muestras de ello desde el principio: cuando nacieron, ocupando las
plazas públicas (en general, de ayuntamientos gobernados por el PP, como
Madrid); cuando se pegaron la gran torrija en Andalucía, llamando a salir a la
calle para detener al fascismo.
Y hace un mes, en sede
parlamentaria, Egolanda, esa adalida de la nueva política,
lo dijo bien clarito, dirigiéndose a Vox: si llegasen a gobernar, tendrían huelgas y movilizaciones masivas.
Esa es la intención, por supuesto,
que ya sabemos que la capacidad de convocatoria de los neocom se ha
reducido tanto como la masa capilar del Chepas…
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