Los secesionistas catalanes se creen muy graciosos. Hacen befa, mofa y escarnio de aquello que no les gusta, ya sea el catolicismo -y bien que la jerarquía católica de la región les presta su apoyo-, los andaluces o los partidos españolistas.
Pero carecen del verdadero
sentido del humor, que consiste en saber reírse de uno mismo. Si uno se ríe de
ellos, se lo toman a mal, se sienten ofendidos y elevan la voz de mala manera.
Esa es, precisamente, una de las razones por las que tiro en ocasiones de ironía al hablar de ellos. Yo sí sé, creo, reírme de mí mismo. No pretendo enseñarles a hacer lo propio, porque entonces el meterme con ellos perdería toda su gracia.
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