Los necionanistas, sobre todo los de la barretina, son gente muy acostumbrada a mirarse el ombligo y creer que todo gira alrededor de ellos y de su región, una región que nunca ha sido más que una esquinita: de una provincia romana, de una frontera carolingia, de un reino peninsular… Una esquinita más o menos industriosa, más o menos esforzada, más o más privilegiada, pero una esquinita.
Y claro, más allá de sus límites,
la gente va a otra cosa. A lo suyo, no a lo que les plegue (pensaba que era plugue,
pero, mira tú por dónde, no) a los secesionistas catalanes. Y como lo que se
juegan son sus cuartos (los cuartos de los de fuera, que los cuartos de los secesionistas
son los que han rapiñado al resto de los españoles), piden un poco de consideración.
Tomemos el caso de la inversión
que una empresa automovilística china iba a realizar en la región de marras. Tras
haber llegado un acuerdo con dicha empresa y las autoridades chinas, sólo
quedaba el acto protocolario, una cita en la que los inversores pidieron la
presencia del presidente del consejo regional de gobierno. El dirigente
separatista cuyo apellido delata los orígenes históricos de su región comunicó
que prefería reunirse en Pekín en vez de en la región donde tiene su sede la
empresa, a lo que los chinos accedieron.
Sólo que, tras haber elegido la
fecha y el sitio, ese ejemplo con patas de la versión catalana del principio
de la pera limonera decidió no ir porque la gente decía que hacía
muchos viajes. ¿Resultado? El chino aceleró la reunión todo lo que pudo, se
fue pronto y no quiso saber nada más de invertir en Barcelona.
Y es que, contra lo que dice el dicho, a los chinos no se les engaña, y tienen bastante poco sentido del humor para según qué bromas.
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