En política, como en casi todos los órdenes de la vida, hay dos maneras de hacer las cosas: la correcta y la incorrecta. No en el sentido de que una sea ontológica o inherentemente buena y la otra sea mala, sino en el de que una produce resultados que podríamos considerar como buenos o beneficiosos (en general), y la otra no.
En política, y desde mi punto de vista,
la buena sería la liberal y la mala la intervencionista. No voy a decir que la
buena sea la de derechas (aunque podría), pero sí que la de izquierdas es la mala:
en su afán por regularlo todo, con frecuencia llevan a la sociedad al desastre.
En la comunidad de Madrid ya pasa
del cuarto de siglo el tiempo que lleva gobernando la derecha; en general, con figuras
que se declaran a sí mismas, si se declaran algo, como liberales. Buena muestra
de este talante es que el año pasado se despidió con una simplificación administrativa
vía desregulación normativa, a través de una Ley Ómnibus que mejoraba o derogaba cuarenta y cinco normas.
Eso es gobernar pensando en la gente, y no lo que hace la izmierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario