En teoría, en el mundo del deporte debería imperar la (valga la redundancia) deportividad, el fair play, el juego limpio, el respeto a las reglas y todo eso. Sin embargo, eso no siempre ocurre.
No ocurrió en el rally
Dakar de este año -que ya tiene bemoles que se siga llamando así cuando ni
siquiera se corre en África-, en el que un tal Nasser Saleh Al Attiyah no llevó
conectado durante una etapa el data logger, aparato que informa de los
datos del motor (permitiendo a la FIA controlar el rendimiento del vehículo y
saber si está haciendo trampas al disponer de más potencia en el motor); su
conexión es obligatoria, e incumplir la norma supone la expulsión. Sin embargo,
al susodicho se le perdonó la descalificación por circunstancias excepcionales. Quizá tales circunstancias sean que es primo del actual emir
de Catar, lo que le vale el tratamiento de jeque.
Tampoco ocurre con el
Fútbol Club Barcelona -de los llamados clubes estado, como el Paris Saint-Germain
o el Manchester City ya ni hablamos-, cuya deuda es enorme (básicamente, por fichar
sin mirar el bolsillo y ceder a todos los caprichos del que se ha demostrado, por
si no estuviera claro desde un principio, que era su jugador determinante) y
que sin embargo ficha sin parar. Como, a diferencia de lo que propone el economunista
Eduardo Garzón, el dinero no basta con imprimirlo para que valga, uno se
pregunta de dónde lo sacarán.
Y parecía que lo mismo iba
a pasar en el Open de Australia de Tenis. Para entrar en el país era necesario
estar vacunado contra la Covid-19; sin embargo, en número uno de la ATP -uno cuyo
nombre se parece mucho a No-vac Yo-covid- iba a poder jugar (teniendo
así la opción de deshacer el triple empate a veinte torneos de Gran Slam
ganados) gracias a una exención médica.
Lo que siguió fue un tira
y afloja: el gobierno australiano le retiró el visado y le mandó de vuelta a
Serbia, el juez ordenó su liberación, el gobierno le volvió a deportar, fue detenido y, finalmente, perdió la batalla judicial y fue definitivamente deportado:
no tanto por no estar vacunado, como por haber mentido en su declaración. Pero es
que, además, su principal patrocinador se está pensando lo de seguir con él, y en
Roland Garros ya han dicho que no podrá participar si no está vacunado.
Hace algo más de un año, el serbio le pegó un pelotazo a una juez de pista en el cuello. Ahora parece que se lo ha pegado a sí mismo en el pie.
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