Cuando un socialista español coincide con la verdad, lo hace por una pluralidad de motivos, ninguno particularmente digno de encomio.
Puede hacerlo porque considera que le puede
resultar beneficioso, o porque puede beneficiar a un adversario. Puede hacerlo
por error, sin querer. Puede, finalmente, hacerlo casi sin darse cuenta o,
dicho de otra manera, de modo que alguien más inteligente que él -tampoco hay
que correr demasiado- y con más mala leche -esto último sí que tiene mérito- le
de la vuelta a sus palabras, o se limite a interpretarlas literalmente.
Tomemos el caso del ministro Gorgoritos -se
me acaba de ocurrir ahora, porque es uno y trino-, el inefable Félix Bolardos,
que declaró lo siguiente en relación con la instrucción que se sigue contra la
pareja del psicópata de La Moncloa:
Esta instrucción ya no es motivo de preocupación para la gente honesta y con la conciencia tranquila que se está viendo afectada, es motivo de preocupación máxima para todos los que defendemos el buen nombre y la imparcialidad de los jueces y magistrados de este país
Dado que no son honestos, no tienen la
conciencia tranquila y -desde luego- no defienden el buen nombre ni la
imparcialidad de los jueces y magistrados españoles, es claro que están
preocupados.
Máximamente.
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