Resulta hasta enternecedor que el personal de informativos de Radio Televisión Española emita un comunicado -que el titular califica de demoledor- en contra de la familia de la tele, reclamando que el espectador merece respeto.
Sólo que esta postura de florecillas de
pitiminí, de damiselas ofendidas, de abnegados defensores de la moral, el buen
gusto y la ética profesional sería mucho más creíble si la televisión estatal
no hubiera sido, desde siempre, la correa de transmisión de las consignas del
poder establecido y, más concretamente y con mucho más entusiasmo y dedicación,
del partido de la mano y el capullo.
¿Nadie recuerda los Viernes negros en
tiempos del gobierno de Mariano Rajoy? Estas convocatorias semanales cesaron
casi al tiempo que el psicópata de la Moncloa cambiaba su colchón, y nada de lo
que ha hecho el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer
ha motivado su vuelta.
Naturalmente, admito que puedo estar
equivocado. De hecho, es algo que me pasa últimamente (el descubrir que estoy en
un error); pero si alguien me presenta una prueba fehaciente de que se han
vuelto a convocar estas concentraciones, no se me van a caer los anillos -entre
otras cosas, porque no llevo ninguno- por reconocer mi error.
Y es que el respeto hay que ganárselo.
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