jueves, 19 de junio de 2025

O fornicamos todos, o la peripatética a la corriente fluvial

Dado que la juventud actual se ha formado en el sistema pedagógico excretado por el partido de la mano y el capullo, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer se cree capaz de convencerles de que casi cualquier barbaridad que digan, si ocurrió en el pasado, es cierta.

Especialmente, en lo que se refiere a Franco… lo que no deja de tener su gracia, porque muchos de esos jóvenes -y de los que vienen detrás- no saben quién fue Franco, cuándo vivió y qué es lo que hizo.

Es por eso que, cuando pintan bastos, el psicópata de la Moncloa recurre a citar al Caudillo: lo que la gente ha dado en llamar el francomodín. Lo malo es que, como se empezó por el as de bastos y la cosa ya debe ir por la sota, cada vez hay que soltar barbaridades más gordas. Como que hay que resarcir el bibliocausto franquista.

Cuando se habla de quema de libros en hogueras en épocas modernas, lo primero que viene a la mente es lo que se hizo en la Alemania nazi (nacional-socialista, no conviene olvidar la segunda pata del nombre), aunque sólo sea porque aparece en una escena de Indiana Jones y la última cruzada, probablemente la mejor película de la saga del arqueólogo del sombrero Fedora y el látigo… aunque sólo sea porque aparece Sean Connery, capaz él solo de levantar cualquier película. Pero me estoy desviando.

Por lo visto, según los de la mano y el capullo, es menos conocido el hecho de que, desde el golpe de estado (sic) de Julio de 1.936 hasta el final de la guerra, numerosas hogueras se encendieron en las ciudades y pueblos de España en las que ardieron gran número de publicaciones tildadas de antiespañolas y envenenadoras del alma popular.

Si hablamos de quema de libros, hablemos de fusilamiento sin juicio previo (las famosas sacas) de escritores como Ramiro de Maeztu o Pedro Muñoz Seca, asesinados por el delito de ser de derechas. Si hablamos de hogueras, hablemos de la destrucción de obras de arte de valor incalculable, destruidas por la única circunstancia de ser arte sacro.

Eso por no hablar de que mi madre, por ejemplo, nacida en 1.942, estudió en el colegio a alguien tan poco próximo teóricamente al ideario del Régimen como Federico García Lorca.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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