Suelo decir de mí mismo, medio en broma medio en serio, que entre las innumerables cualidades con las que el Altísimo decidió adornarme no se encuentra la humildad.
Hablando en serio, el verdadero humilde es
aquel que lo demuestra con sus actos, no aquel que alardea de ello o que
permite que otros ensalcen su humildad. Humilde era, en mi opinión, santa Teresa
de Calcuta. No era humilde el papa Francisco (que en paz descanse), ni tampoco José
Múgica, quien fuera presidente de Uruguay. Porque este último, además de tener
un pasado como terrorista, gobernó manteniendo una inflación elevada y un alto
déficit público.
Para eso, prefiero a soberbios como Margaret Thatcher o José María Aznar.
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