Casi desde el principio, si no desde el principio mismo, vaticiné que el psicópata de la Moncloa haría, literalmente, cualquier cosa con tal de seguir detentando el poder un minuto más.
Nada de lo que ha sucedido después me ha
inducido a cambiar de opinión -admito el sesgo de confirmación-, e incluso
añadiría que, como arquetipo de político español de izquierdas, buscaría
cualquier expediente para eludir la responsabilidad de sus errores. Que los iba
a cometer, porque es humano; pero es que, además, se ha rodeado de una panda de
inútiles tan ignaros y ayunos de escrúpulos como él, con lo que el desastre
estaba asegurado.
Hace mes y medio se produjo un apagón en toda
España. Todos los indicios apuntaron a que se había forzado la máquina
con el tema de las llamadas energías renovables, y que algo había hecho saltar
los plomos del sistema.
Los que salieron dijeron que no sabían qué
había pasado, pero que no cejarían hasta averiguarlo. Oh, sorpresa: mes y medio
después seguimos igual. Lo que sí sabemos es que el psicópata se dirigió a los
servicios de inteligencia ordenando que buscaran lo que sea para no
asumir su responsabilidad en el apagón.
Todo, menos reconocer que había metido la pata.
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