A los que ya peinamos canas -es un decir: yo tengo canas, y bastantes, pero no me las peino porque no llevo el pelo lo bastante largo como para hacerlo- no hace falta que nos cuenten qué fue la banda terrorista de ultraizquierda vasca, cuáles fueron sus crímenes, cuánta su cobardía y quiénes sus cómplices, encubridores y beneficiarios.
Sin embargo, con el andar del tiempo, las
autoridades educativas -de izquierdas en España, nacionalistas en Vascongadas, beneficiarias
en ambos casos- han ido suavizando, cuando no silenciando, la cosa. Tanto, tanto,
que a unos y a otros los del hacha y la serpiente les han ido comiendo el
terreno en las urnas, y ya no pueden pinchar y cortar el bacalao (al pilpil o a
la riojana) como les plazca.
Tanto, tanto, que ahora los jóvenes vascos
descubren el terror silenciado en las aulas -cómo no, si hay casos en que los
maestros son los propios terroristas- y dicen cosas como que no me imaginaba que lo de ETA había sido tan violento.
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