Entiendo que la creación de los gabinetes ministeriales -nota histórica pedante: si no recuerdo mal, los gobiernos se llaman también gabinetes porque en cierto momento acostumbraban a reunirse en un gabinete (un saloncito) del palacio de Su Graciosa Majestad (la que rigiera en aquel momento el Reino Unido)- respondió al hecho de que una persona, por gobernante autocrático que fuera, no podía encargarse de todo, y tenía que delegar (al menos, en los trámites ordinarios, el día a día) la gestión en otras personas.
Que estas personas fueran objetivamente las
más capacitadas para el tema, las que inspiraban más confianza al superior, las
que más habían pagado por el puesto o las que estaban ahí para que no estorbaran
en otra parte, es lo de menos: el hecho es que se les había encomendado esa
área concreta, y por lo tanto era su responsabilidad. Si otro de los miembros
del gabinete -le he cogido gusto a la palabrita- se metía en su terreno, podía
ser por una de dos razones: o se trata un metique que obra por propia iniciativa,
o responde a un mandato del autócrata. En el primer caso, el invadido
debería protestar al superior; en el segundo, si tiene siquiera un adarme de
dignidad, presentar la dimisión fulminante e irrevocable, puesto que es
evidente que no tiene la confianza del autócrata. Puesto que Madgadita no
ha hecho ni lo uno ni lo otro cuando el sedicente plan de Defensa ha
elevado al ministro Bolardos por encima de ella, titular de la cartera,
es evidente que dignidad no tiene ninguna.
Algo de lo que no tenía yo ninguna duda cuando en una entrevista alabó la apostura personal del psicópata que preside el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.
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