Los más conspicuos defensores del ecologismo se declaran como de izquierdas. Es más, la propia izquierda se arroga el calificativo de ecologista casi por definición.
Claro, que una cosa es predicar y otra muy distinta
dar trigo. De hecho, uno de izquierdas, antes que el mentado cereal, te dará
una excusa para no proporcionártelo. Como Albert Gore, ex vicepresidente de Estados
Unidos, premio de la Academia Estadounidense de Artes Cinematográficas y Premio
Nobel de la Paz, que viaja en reactor privado y vive -o eso dicen- en una
mansión que consume tanta energía -o eso dicen- como una ciudad pequeña. Como
Leonardo Di Caprio, que hace lo mismo que el anterior, pero no tiene el Nobel
de la Paz (quizá por su afición a descartar novias una vez cumplen el cuarto de
siglo). O como Bernie Sanders, sempiterno candidato rojo a la
presidencia de Estados Unidos, que viaja en avión privado, pero lo hace, dice, porque está en una gira contra la oligarquía… oligarquía de la que el mismo forma
parte, en cualquiera de sus tres mansiones.
Todo muy coherente, como puede apreciarse.
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