Da lo mismo lo que el psicópata de la Moncloa diga: todo lo que hace, sin excepción, lo hace por sí mismo.
No por España, no por el partido de la mano y
el capullo, ni siquiera por su familia. Como el ególatra egoísta y egocéntrico
que es, sólo piensa en su persona. Y cuando, tras retirarse cinco días a
meditar -¡eh, que un primer ministro no descansa, porque el mundo no se para cuando
él no está!-, excretó una estomagante carta de pretendido enamorado de su
pareja, en realidad lo que estaba haciendo prepararse para convocar a las cloacas de la formación. Y ya sabemos lo que sale de las cloacas.
Exactamente: mierda.
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