Los políticos son seres humanos y, por lo tanto, tienden a barrer para casa, disculpando los errores de los propios y cebándose en los de los ajenos.
No puede decirse que los jueces no sean
humanos. Lo que pasa es que, puestos a ser parciales, con suerte unos y otros
se compensan, y la cosa queda más o menos equilibrada y, vamos a decirlo así, justa.
Hace dos semanas, casi coincidiendo en el
tiempo -cosa de veinticuatro horas-, una juez decidió abrir juicio oral contra
el novio de la presidente de la comunidad autónoma de Madrid por fraude fiscal y pertenencia a organización criminal (nada menos... ¿qué es entonces el PSOE?).
A unos cuatrocientos kilómetros, la Audiencia Provincial de Badajoz decidió sentar en el banquillo de los acusados al hermano del psicópata de la Moncloa; no sólo eso, sino que apuntó directamente a que el enchufe de que disfrutó -con corriente continua, podríamos decir- se consumó
cuando el hermano del teledirector de orquesta volvió a liderar el partido de
la mano y el capullo.
Vamos, más o menos lo mismo que con el novio
de Ayuso: como el presunto fraude lo cometió cuando todavía no era pareja de la
susodicha, ésta ha vinculado su procesamiento con el del autor del Baile de
las Chirimoyas, al tiempo que evitaba censurar a su jefe de gabinete.
Que será lo que quieras, pero tiene el ingenio rápido y la lengua más rápida todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario