Siempre me ha hecho bastante gracia que, cuando se coincide con alguien en un ascensor, es frecuente que la primera persona que salga diga hasta luego a los que se quedan, aunque no les conozca de nada ni tenga, mucho menos, esperanzas o posibilidades de encontrárselos de nuevo en el futuro, próximo o lejano.
Del mismo modo, cuando uno da un paseo y se cruza con alguien, lo habitual, lo educado, es saludar con un buenos días, buenas tardes o buenas noches. Simple urbanidad que no hace mal a nadie y permite quedar bien.
Esa es una de las cosas que aprendí de mis padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario