Hay ocasiones en las que alguien, quizá con la mejor intención del mundo, intenta ayudarte, echarte una mano para alcanzar un objetivo complicado, pero su desempeño es tan desastroso que más valdría que se hubiera quedado quietecito.
Esto es lo que ocurrió hace tres semanas con
la votación en el Congreso sobre la reducción de jornada, el (enésimo) proyecto
estrella de la tucán de Fene. Dado que la coalición Frankenstein se encuentra
dividida -el barco tiene tantas vías de agua, o parece tenerlas, que cada rata
tira por su lado-, las posibilidades de que saliera adelante era, como mucho,
escasas.
Mientras, los líderes de los comegambas
-es decir, los secretarios generales de los sindicatos socialista y comunista-
pasaron la noche anterior en una sedicente parroquia revolucionaria, y
esa misma mañana participaron en una concentración en Barcelona.
A pesar de semejante apoyo irresistible, la
líder cocuquista vio fracasar su iniciativa… aunque eso no la disuadió
de jurar y perjurar -más lo segundo, claro- que acabará saliendo adelante.
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