Hoy toca comentar las reacciones gubernamentales ante los disturbios que se están produciendo en España tras la declaración del estado de alarma, o el establecimiento del confinamiento, o vaya usted a saber qué es lo que ha hecho exactamente el desgobierno socialcomunista, porque ni ellos mismos se aclaran. Repárese en que digo tras, y no con ocasión de, o provocados por: no pondría la mano en el fuego porque haya una relación de causa a efecto, sino que mucho me temo que, como suele suceder por estos lares, no sea más que una mera excusa.
El filósofo perico condenó los disturbios, los calificó de inaceptables -hay que ver, la gente soliviantándose contra las decisiones de un gobierno de izquierdas-, hizo un llamamiento a la unidad y aseguró que los altercados son responsabilidad de grupos minoritarios. Vamos, como en el caso del PSOE del tardofelipismo: no es que el PSOE fuera un partido corrupto, sino que había casos aislados. A cientos, quizá, pero aislados.
Luego están los neocom. Todavía con menos repertorio que los suciolistos -al fin y al cabo, su doctrina es más monolítica y deja, por tanto, menos espacio al libre pensamiento y la improvisación-, el Chepas y Billetero atribuyeron los disturbios a la extrema derecha. Ay, hijos míos: si la extrema derecha tuviera el poder de convocatoria que vuestras palabras le atribuyen, vosotros ya estaríais de camino a Cuba o Venezuela. Por iniciativa propia, o de una patada en el tafanario.
Por ello, y por mucho más…
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