En los ocho meses (reconocidos) que llevamos sufriendo la pandemia, ni el ministro de Mortandad ni, desde luego, su jefe de filas, el psicópata de La Moncloa, habían tenido la delicadeza de visitar un solo hospital, para siquiera simular esa preocupación que dicen sentir por los afectados por la Covid-19.
Eso
cambió ayer, y el resultado fue el que cabía prever. Desde hace un cuarto de
siglo, cada vez que un secretario general de los suciolistos pisa la
calle -sea en un desfile militar, un paseo o una celebración oficial-, cosecha
lo que ha sembrado: desafección, rechazo, desprecio. Así, no es de extrañar que
ambos fueran recibidos con abucheos a su llegada al madrileño hospital de La Paz.
Y
no es que se trate de una muestra de desafección por la clase política en
general, puesto que cuando llegó el alcalde de la Villa y Corte, el popular
Martínez Almeida, fue recibido con aplausos.
Por ello, y por mucho más…
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