Quizá la única virtud de los terroristas vascos de ultraizquierda es que, en general, nunca han escondido sus fines: en ese sentido, siempre han ido de frente; en los demás se han comportado como las ratas cobardes y miserables que son, prefiriendo el tiro en la nuca o la bomba al enfrentamiento directo y cagándose literalmente en los pantalones cuando dicho enfrentamiento les era inevitable.
Por
eso, da lo mismo las sandeces -sandeces que en cualquier caso tendrían bastante
corto recorrido, aún sin asesinos y golpistas de por medio- que suelte el
desgobierno socialcomunista para intentar justificar sus indignidades: ya
vendrán sus aliados (coyunturales) a dejarles en evidencia.
Así,
cuando el ninistro de Tranportes y portacoz del partido considera
una normalización democrática el apoyo de los terroristas a los
presupuestos generales del Estado, llegan los etarras y lo explican de modo que
todos podamos entenderlo: vienen a Madrid, dicen, a tumbar definitivamente el régimen en beneficio, según ellos, de las mayorías y los pueblos.
Más claro, agua.
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