Al igual que ocurre con los golpistas catalanes o los terroristas vascos, los comunistas españoles se mantienen unidos porque les amalgama el odio a España, aún mayor que el que se profesan entre ellos.
Y
entre los comunistas españoles, la gran división es entre paleocom y neocom.
Los primeros consideran a los segundos -es un suponer, claro, pero admítaseme la
licencia a efectos puramente literarios- una especie de advenedizos, de recién
llegados, de revolucionarios de salón (o de paraninfo), mientras que los neocom
consideran a los otros como unos carcas, unos antiguos, una colección de fósiles
poco menos que antediluvianos que se han quedado anclados en el pasado.
Eso,
por no hablar de que tanto unos como otros no son bloques monolíticos, sino que
son un conglomerado de corrientes, mareas, movimientos, agrupaciones y demás,
que -a su vez- sólo se mantienen unidos por su común ambición de poder. Como ha
demostrado el Chepas, una vez alcanzado el mismo es cuando, en la mejor
tradición de los partidos marxistas, comienzan las purgas, las depuraciones y
las expulsiones. Todas incruentas, por supuesto, que estamos en el siglo XXI y
lo de despellejar a la gente es sólo verbalmente.
Y
luego están los que, proviniendo de los paleocom, hacen lo que sea para
congraciarse con los neocom a fin de conseguir una cuota de poder. Me refiero,
claro, al enterrador cuasi definitivo (con los comunistas uno nunca está
seguro) de Izmierda Hundida, que actualmente es poco más que el tonto útil
de Junior para tener controlado al Partido Comunista de España.
Pero,
como digo, ahí está el odio, el resquemor y el resentimiento, y a las primeras
de cambio aprovechan la ocasión para saldar cuentas. La expresión no es baladí
-el chiste, por otra parte, es fácil (y malo) de narices-, porque la noticia es
que el responsable financiero de los paleocom (habría que expulsarlo,
vista la nefasta situación patrimonial de los de la hoz y el martillo) señala a
la formación morada como responsable de la contratación de la consultora Neurona
(esa que les falta a todos, por más listos que se consideren).
Se
oye perfectamente el ruido de la piedra de amolar contra el metal…
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