Que Pedro Sánchez está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de permanecer un minuto más en el poder es algo que parece fuera de toda duda. Vale que a un político socialista español se le supone la falta absoluta de escrúpulos -y hay ejemplos, de González a Rodríguez pasando por Pérez, de sobra para demostrarlo-, pero lo de este hombre raya en la impudicia más vomitiva (raya por el lado de fuera).
Para
poder sacar adelante unos presupuestos generales del Estado que, visto lo
visto, sería mejor que no salieran, el desgobierno socialcomunista necesita
ayuda. Entre los partidos en los que se apoya se encuentran los ierreceos, a
los que la estabilidad presupuestaria española les importa una higa mientras
les siga llegando dinero para sus chiringuitos golpistas. Y para conseguir ese
apoyo, en la ley de emburrecimiento que se está pergeñando se blinda el catalán en las aulas como única lengua vehicular, desterrando el español y fulminando
también la referencia al español (que lo llame castellano su refitolera
madre) como lengua oficial del Estado.
Y mientras el partido pomelo, más despistado que un pollo sin cabeza y buscando desesperadamente cómo sobrevivir, sin darse cuenta de que lo que están haciendo es meter la cabeza en la boca del lobo llegando hasta el píloro del cánido, no exigen al psicópata la retirada de la enmienda contra el español en su reunión con el desgobierno socialcomunista para negociar los presupuestos.
Quién los ha visto y quién los ve...
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