Como ya he dicho varias veces, con estas o parecidas palabras, lo único que evita que los enemigos internos de España se despedacen entre sí es el odio a España, lo único que supera el que se tienen entre sí.
Tomemos
el caso de la negociación, entre el desgobierno socialcomunista y los ierreceos,
de los presupuestos generales del Estado. Da lo mismo que, a cambio de sus
votos, los de la banda del bleferóptico con sobrepeso hayan conseguido la
eliminación del español como lengua vehicular en la enseñanza, los dos mil
trescientos treinta y nueve millones de euros que se destinarán a Cataluña, el
propósito asumido por el Ejecutivo de tumbar el sistema fiscal de Madrid (al
que los separatistas atribuyen la fuga de empresas emprendida en los días
previos al golpe de Estado del 1-O), o la excarcelación de los golpistas, ya
sea por la vía del indulto o por la
reforma del delito de sedición para rebajar las penas.
Como en tal caso los de Cocomocho quedarían fuera de juego, critican el acuerdo apelando a lo que creen que puede galvanizar a sus partidarios: que lo han realizado con el Estado que les tiene sometidos.
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