En relación con la noticia de que se ha desarrollado una vacuna contra la Covid-19 que parece tener un alto porcentaje de efectividad, se me han suscitado dos reacciones, una seria y la otra con un componente de humor negro.
Primero,
la seria. Al parecer, la vacuna no emplea agentes infecciosos debilitados o
muertos, ni antígenos, sino que han enfocado el asunto utilizando ARN
mensajero. Yo no podría explicar con solvencia -sin mirar una chuleta, se
entiende- cuáles son exactamente las funciones del ARN mensajero en la
naturaleza, pero al menos tengo un concepto de lo que es. Algo que no puede
decirse de los periodistas (la mayoría, quiero decir) o de la población en
general, que, me temo, adolece de una incultura científica galopante.
En
cuanto al humor negro, cuando leí que el filósofo perico espera firmar el
contrato con la farmacéutica esta semana o la próxima, y tener dosis suficientes para vacunar a diez millones de personas a finales de este año o principios del que viene, mi reacción se resume en dos palabras, dada la capacidad gestora y
pronosticadora del personaje: estamos muertos.
Por
ello, y por mucho más…
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