Reconozco que mi blog es sesgado, parcial, tendencioso y todos los adjetivos de esa laya que se le quieran aplicar. Soy de derechas, no me avergüenzo de ello, y atizo a la izquierda siempre que puedo. Pero es que esta vez lo tenía francamente fácil: hiciera lo que hiciera el Chepas, les iba a atizar. Si dimitía, por lo infrecuente; si no lo hacía, por lo previsiblemente hipócrita.
Teniendo
en cuenta que el párrafo anterior lo escribí el día ocho de Octubre por la
mañana, le he dado más de tres semanas para tomar una decisión digna. Cuando
escribí lo que antecede, habría apostado a que se aferraría al cargo como el
mejillón a la roca, como la mosca a la mierda, como el político de izquierdas
al cargo. Y habría…
…acertado,
porque ahí sigue. A partir de este párrafo, no hace falta decirlo, está escrito
en la víspera de la publicación de la entrada.
Resumiendo:
el siete de Octubre, el juez García-Castellón pidió al Tribunal Supremo la imputación de Junior por delitos de revelación de secretos, daños
informáticos, denuncia falsa y simulación de delitos. Fuentes de Moncloa
señalaron que confiaban en que el Supremo no diera curso a la imputación
porque, si lo hiciera, el vicepresidente tendría que dimitir. ¿Y como
asì?, diría alguna conocida mía que ahora soy incapaz de precisar. Pues porque
en 2.016, el propio Chepas dijo, ante todo el país -en un debate
electoral, nada menos- que apertura de juicio oral, dimisión, así de rápido.
No
tan rápido porque, como ha quedado visto, el individuo en cuestión ni ha
dimitido ni se espera que lo haga. Ya hablaremos de la reacción de su
calientacamas, pero en su banda -perdón, en su partido… ¿en qué andaría yo
pensando?- se produjo estupor ante la petición de que se imputara a él.
Lo cual no deja de ser un reflejo del estupor del propio líder, puesto que no hay más voluntad en la partida que la suya, incapaz de creer que eso le pueda ir a pasar a él.
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