La noticia de que la compañía Pfizer tenía prácticamente lista una vacuna que parece efectiva contra la Covid-19, además de generar una miríada de chistes -como que al ser, además, la empresa que sacó la Viagra, demuestran tener más ganas de salir por la noche que Joaquín Sabina- han dado alas a la esperanza de la gente normal… y a las declaraciones triunfalistas de los políticos, aunque de eso ya he hablado (y de la -nula- confianza que me inspiran).
Una
de las declaraciones del CEO de la empresa que más me ha gustado ha sido que rechazó subvenciones para desarrollar su vacuna, no solo del Gobierno de EE.UU., sino
tampoco de otros gobiernos que lo ofrecieron porque si recibes dinero de
alguien viene con cadenas. Quieren ver cómo vamos a progresar, qué tipo de
movimientos vas a hacer. Quieren informes. No quería tener nada de eso.
Estas
declaraciones, viejas de dos meses, no han sido obstáculo para que el resultado del espermatozoide más veloz proclamara, rimbombantemente, que
Cuando hayamos vencido al virus, no olvidemos que nos salvó la responsabilidad individual, la sanidad pública y universal y la ciencia... mientras la (ultra)derecha pedía privilegios fiscales, recortes y libertad para contagiar.
Porque
es en una economía capitalista, donde la iniciativa privada puede desarrollarse
libremente y florecer, donde se alcanzan estas cosas. En una economía
(entendámonos) socialista o (peor) comunista, como la que persiguen Echeminga
y sus compinches, tal cosa es imposible.
Por
ello, y por mucho más…
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