Suelo decir que lo único que une a los enemigos de España es, precisamente, el odio que tienen a esta nación. De no existir, se despedazarían entre ellos: no sólo unas formaciones a otras, sino que incluso dentro de cada formación aflorarían esos odios africanos.
Hace
tres semanas pudimos ver cómo la calientacamas y la co-líder neocom
al Sur de Despeñaperros se enzarzaban en un intercambio de invectivas, ironías
y golpes bajos -diciendo, por una vez, verdades como puños- que para ser
sincero, contemplado desde la barrera, producía bastante hilaridad. Naturalmente,
sin hablar directamente la una con la otra.
Todo
empezó porque el grupo parlamentario neocom en la asamblea regional
andaluza solicitó la expulsión del mismo (del grupo, claro, no de la asamblea; para
esto último no tenían posibilidad ninguna) de Teresa Rodríguez y de otros siete
parlamentarios regionales. Rodríguez, naturalmente molesta, denunció que la
decisión se había tomado, además, durante su baja maternal.
Que
estuviera de baja maternal tiene, a mis ojos y a estos efectos, la misma importancia
que si estuviera de vacaciones: la han expulsado del grupo, pero mantiene
intacto el sueldo, las dietas y demás (hasta es probable que, si integra el
grupo mixto, cobren más por aquello de tener grupo propio). Irena Montera,
con esa prosodia que Dios le ha negado, señaló que la política no para
cuando estás de permiso, añadiendo que
Me temo que por (sic) las dos partes no han visto posibilidad de desescalar (sic de nuevo) el conflicto mientras Teresa estaba con su baja
Del
Sur llegó la contestación de doña Kichi, quejándose de que el
argumento de la ministra de Igualdad podría firmarlo un empresario que quisiera
despedir a una trabajadora de baja maternal. A esto, la marquesa de Villa
Botijos replicó que resultaba bochornoso que Teresita se comparase con
una trabajadora precaria despedida.
Pero el
último zasca se la llevó la ninistra de tanto da que da lo
mismo, puesto que, desde Sevilla, Rodríguez le recordó que todo el mundo
sabe que no estoy en política por el dinero porque yo sí tengo un curro al que
volver y la política no me cambió de barrio.
Lo dicho: las dejas a solas y se despellejan sin ayuda.
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