Cuando los neocom se dedicaron a ocupar las vías y plazas públicas -generalmente, en consistorios gobernados por la derecha nacional, mira tú qué casualidad-, empecé a llamarles delinquidores, porque estaban cometiendo un delito. Lejos estaba yo de saber hasta qué punto era (y es) acertado aquel calificativo.
Ahora, no
es que los integrantes cometan delitos. Es la propia organización, castiza
hasta tal extremo, la que comete delitos como si tuviera cien años y no apenas
diez. Aunque, teniendo en cuenta que no es sino el mismo perro rojo con un collar
apenas cambiado, tampoco es de extrañar.
A lo que
iba. Se ha hecho público que los neocom incumplieron la Ley de seguridad
privada durante años. Y que el Chepas lo sabía. Algo no de extrañar: si
los partidos políticos son organizaciones piramidales, fuertemente
jerarquizadas, los de izquierdas lo son más… y para qué hablar de los
comunistas.
¿Rojos al paredón? Quizá no, pero a la trena… ya están tardando.
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