El problema de los revolucionarios de salón -de los revolucionarios en general, pero los de salón más aún- es que no tienen ni refitolera idea de cómo es el mundo real. Se han construido en sus seseras un escenario y no permiten que nada, ni siquiera la realidad, les aparte de él.
El problema
surge cuando esos iluminados se han de enfrentar al mundo real, con
reglas reales y situaciones reales. En el mejor de los casos se produce la
colisión; en el peor, el desastre. Sucedió cuando los bolcheviques llegaron al
poder el Rusia: hambre y muerte. Sucedió cuando los comunistas llegaron al
poder en China: muerte y hambre. Sucedió cuando los jemeres rojos ostentaron el
poder el Camboya: muerte y más muerte. Y sucede desde que los comunistas mandan
en Corea del Norte, Cuba o Venezuela: hambre, hambre y hambre.
En España,
los ninistros comunistas son una minoría en el desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer. Sin embargo, hacen mucho ruido, y alternan
entre la muerte (los ancianos en las residencias por la pandemia de la
Covid-19, responsabilidad del Chepas) y el ridículo más absoluto. De esta
parte se encarga, básicamente, su calientacamas: como buena defensora
del aborto -ella, madre de familia numerosa… manda huevos-, produce abortos
legislativos que producen sonrojo ajeno y que, además, tienen la virtud de avivar
la animadversión que les profesan los de la mano y el capullo.
Porque no
nos engañemos: les consienten en el poder porque les necesitan para ostentarlo,
pero los hechos demuestran que vienen a considerarles unos jovenzuelos, unos advenedizos
que hablan sin tener ni idea de lo que hablan (algo en lo que, curiosamente, es
probable que tengan razón). Y así, cuando ha salido a la luz la parida
legislativa sobre transexualidad que ha engendrado la marquesa de Villa Meona,
la parte suciolista ha bramado, apresurándose a señalar que la autoría
es exclusiva del ninisterio de Tantodaquedalomismo, y no del desgobierno
en su conjunto.
Mientras,
normas semejantes ya vigentes producen situaciones tan esperpénticas como que
en Huesca se convoquen oposiciones con reserva de plazas para los transexuales.
¿En virtud de qué? ¿Consideran, acaso, que los transexuales padecen alguna
discapacidad que les limita las posibilidades de conseguir la plaza compitiendo
en igualdad de condiciones con las personas normales?
Ay, qué
malo es el subconsciente.
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