No ser un partido de gobierno -no ser un partido que gobierna- ofrece todas las ventajas y ninguno de los inconvenientes. No sólo puedes hacer las propuestas más disparatadas, sino que puedes afirmar tranquilamente que lo harías mejor sin que nadie te pueda probar lo contrario.
Ocurrió con
los adalides de la nueva política -los neocom y el partido
pomelo- cuando saltaron a primer plano al comienzo de la pasada década y no
sólo rompieron el bipartidismo, sino que amenazaron con sobrepasar a los dos
partidos tradicionales.
Una década
después, ambos partidos están de capa caída, uno más que otro. Quizá las
expectativas de Ciudadanos sean más negras por dos razones: empezó de más abajo
(aunque logró sobrepasar a los neocom, porque éstos comenzaron antes su
caída) y ha intentado jugar a dos barajas, presentándose primero como una
alternativa moderada a un PSOE extremado y luego a un PP en horas bajas.
Ahora es
Vox el que tiene la posibilidad de explotar la vía populista (dicho sea esto
sin connotaciones peyorativas): la crisis económica, y ser el único partido sin
responsabilidad de gobierno, le permite atraer a los descontentos con la izquierda... aunque el milagro es que haya alguien que esté desinteresadamente contento.
Desde luego, pero es difícil que lo hagan…
No hay comentarios:
Publicar un comentario